Nuestra lengua, de Valladolid a Buenos Aires, de Caracas a Masatepe

Crónica del gran encuentro con los rostros de la cultura y la lengua Castellana. Rock 'n' roll literario.

4/30/20237 min read

Arias a dúo. Guillermo Garabito, presidente de la fundación Godofredo Garabito y Gregorio, presenta con arte a los premios cervantes: el español, Eduardo Mendoza y el nicaragüense, Sergio Ramírez, junto al periodista Chapu Apaolaza, como moderador. Dos caballeros de las letras que maravillan —y arrancan varias carcajadas— al público del Zorrilla. Comienza Eduardo Mendoza destacando el atractivo del español, lengua de aprendizaje voluntario en muchos países y, como contracara, hace hincapié en su atraso en el ámbito de la tecnología. Ambos invitados coinciden en la expansividad del español de la mano de la emigración hispanoamericana al norte de América, su ductilidad para mezclar, asimilar y transformar las influencias extranjeras en nuevas palabras: como la mixtura con el italiano que originó el lunfardo rioplatense, la asimilación del árabe en la península y, más recientemente, el ingenioso machaquito, fruto del caffé macchiato hispanizado por los inmigrantes hispanoamericanos en las calles de Nueva York. También concuerdan en la riqueza aportada por la creatividad popular, con su máxima expresión en «laboratorios» como Cádiz y Canarias. ¿Corrección política? De eso nada. Estos dos señores no le esquivan al bulto y, en consecuencia, no se callan nada. Criticaron el puritanismo made in USA y la censura eufemística que «convierte cosas muy tontas en importantes».

Recitativo. La segunda jornada abre con Chema «El maligno» Alonso, hacker y —paradójicamente— experto en ciberseguridad de Telefónica, junto al periodista José Peláez. El informático, ágil y didáctico, nos sumerge en el mundo de los unos y los ceros destacando que éste debe servirse del lenguaje como herramienta fundamental. Habla de la, ya entre nosotros, inteligencia artificial, los humanos digitales sintéticos, ChatGPT, fake news y lipstick on a pigtoo much, and so good! —último anglicismo del artículo, palabra—.

Trío femenino. Karina Sainz Borgo, escritora y columnista de ABC, Verónica Chiaravalli, editora y periodista de La Nación, y María José Solano, escritora y cofundadora de Zenda-Edhasa, como conductora. Una venezolana, una argentina y una sevillana entran a un teatro y… Podría ser el comienzo de un chiste. Pero este chiste, aunque repleto de gracia —en sus primeras dos acepciones— va muy en serio. Hablan del arte de la edición, de los acentos, del maestro Borges y de los prejuicios. Una charla exquisita con perfume de mujer.

Para cerrar, nada de ópera. A tirar la casa por la ventana —o la sala por los palcos—. Altavoces a tope y dos estrellas de rock al escenario: el porteño, Jorge Fernández Díaz y el cartaginés, Arturo Pérez-Reverte. Mick Jagger y John Lennon. ¿Qué pasa cuando se junta a estos dos monstruos en una sala? Pues eso, magia. Magia y tiempo que se escapa. Jesús Calero tiene el honor de dirigir el último movimiento y lo hace a la altura de sus acompañantes. Abre Fernández Díaz elevando la importancia de la lengua al nivel de herramienta geopolítica y de vehículo para vínculos culturales y comerciales, de la oportunidad que representa para España e Hispanoamérica, de la disputa política entorno a ella y del rol detectivesco del periodismo ante las manipulaciones del poder. Jesús Calero se pregunta si hay luz al final del túnel y Pérez-Reverte, contundente, le arrebata cualquier esperanza con un: «no hay luz al final del túnel, al final ganarán los malos», pero sin renunciar a la lucha y con hispano pundonor agrega: «habrá núcleos de resistencia y combates de retaguardia, porque lo que no puede permitirse es que ganen ya». El falso progresismo, la ignorancia, la repetición cíclica de errores históricos y la decadencia europea, también son abordados con lucidez y hasta humor. Sobre el final, nos develan algunas de las herramientas del novelista: yendo de la planificación minuciosa de Arturo a la improvisación diaria y genial de Javier Marías, pasando por la técnica híbrida de Jorge. La búsqueda de localizaciones, la caza de detalles cotidianos y la creación o adaptación del lenguaje de otros tiempos a la actualidad; elementos que hacen a la complicidad entre lector y escritor y al bello juego que es la literatura. Una charla entre amigos, que podría extenderse durante noches enteras y que, sin duda, tendrá un segundo capítulo, en apenas unos días, en la feria del libro de Buenos Aires.

«Valladolid en la lengua» irrumpe con fuerza, toma al espectador por las solapas y lo sacude con ímpetu, alza la voz para decir «presente» y se planta en la vieja capital con vocación de futuro que, como asegura Guillermo Garabito, se escribe en español. Lo dicho, los hinchas de la literatura y la cultura estamos de suerte.

1. El reloj (Poesías). José Zorrilla, 1837.

2. Mi querida bicicleta. Miguel Delibes, 1988.

3. El camino. Miguel Delibes, 1950.

4. Definiendo el amor. Francisco de Quevedo, S. XVI.

5. La sinrazón. Rosa Chacel, 1960.

6. Fervor de Buenos Aires. Jorge Luis Borges, 1923.

7. Soledad primera (Soledades). Luis de Góngora, 1613.

8. De doña Inés de Castro (Rimas). Lope de Vega, 1602.

9. A Madrid al partir hacia el destierro en Valencia (Rimas). Lope de Vega, 1602.

10. A la muerte del Rey de Francia. Juan de Tassis, S. XVI.

11. ¿Entre qué gente estamos? Mariano José de Larra, 1834.

12. Fastiginia o Fastos geniales. Tomé Pinheiro, S. XVI.

13. Retrato de Doña Juana I de Castilla. Atribuido a Jacob van Lathem, S. XVI.

14. Las ninfas. Francisco Umbral, 1975.

15. La paz del sendero. Ramón Pérez de Ayala, 1904.

16. Convivencia. Jorge Guillén, 1975.

17. Salvación de la primavera (Cántico). Jorge Guillén, 1936.

18. Un dedo en los labios. José Jiménez Lozano, 1996.

19. Don Quijote de la Mancha (ed. escolar). Miguel de Cervantes, 1605, 1615. Adaptado por Arturo Pérez-Reverte, 2014.

Artículo publicado en Periódico Nuevo Ático el 2 de mayo de 2023. Disponible aquí. Ilustraciones: Javier Calles-Hourclé.

Levanta el azul telón pucelano. José, ensimismado, se atusa el bigote al son triste y compasado del reloj, que da una hora1 el día señalado. En su querida bicicleta2 asoma Delibes por el camino3; mientras Don Francisco, pícaro y entonado, se afana definiendo el amor4 a Rosa que, en pos de Borges, venido a ver a sus paisanos, elude tal sinrazón5 y por Buenos Aires le pregunta con fervor6 mal disimulado. Avizor, Don Luis, se mofa por lo bajo del náufrago y desdeñado, sobre ausente7; pero Lope, ardiendo en ira8, de la murmuración y de la injuria, su ofendida paciencia vuelve en furia9. Ya se alza el de Villamediana, puesta la mano a la atrevida espada10, «¿entre qué gente estamos?11» exclama Larra, e interviene el portugués, reprendiendo la escaldada; pues tal cosa, nunca vista en Valladolid, salvo por un detalle, que fue pelearse a dos vecinas, cruzándose insultos en la calle12. De Cossío tercia en su ayuda, quiere calmar las aguas, comenta de Ferrer-Dalmau, ya sobre las tablas, que «no será un Velázquez, pero tampoco le va a la zaga, y bien iría una obra suya, tal vez de los comuneros, junto a la de Doña Juana13»; y otro tanto, dice Umbral, de las ninfas14 de las letras, estos días invitadas. Volver a la paz del sendero15, clama Pérez de Ayala, Guillén suplica convivencia16, que no se opaque el resplandor de una tarde perpetua17 por exceso de vehemencia. Con un dedo en los labios18, pide reserva Lozano, pues, a ver a sus premiados, hoy ha venido el manco; más de un zagal trae dudas, del que dicen gasta chirimbolos en vez de plumas y al de Cartagena, que a su Quijote ha adaptado19, quiere mirarlo a los ojos, quiere saberle aliado.

Sepa perdonar el lector este arrebato literario que «Valladolid en la lengua» me ha provocado. Ruego descarguen su indignación sobre mi persona o sobre mi cuenta de Twitter —que para eso está— y exculpen al inocente párrafo; el cual no tiene más aspiraciones que las de oficiar de simpático y antológico prefacio de la crónica del gran evento de la lengua española celebrado en Valladolid, a la vez que rendir tributo a algunas de las personalidades que ­—espero no haber hecho convulsionar en sus tumbas— han hecho de la ciudad del Pisuerga el merecido epicentro del habla que nos une.

Los hinchas de la literatura y la cultura estamos de suerte. La primera edición de «Valladolid en la lengua», el evento organizado por la fundación Godofredo Garabito y Gregorio, la editorial Zenda-Edhasa y la Diputación de Valladolid, celebrado en el teatro Zorrilla, ha entrado con la fuerza de un huracán. Salas llenas, largas colas, entradas agotadas y nutridos aplausos han sido las recompensas cosechadas por los organizadores, detrás de una fuerte apuesta avalada por reconocidas figuras de España e Iberoamérica. Todo ello organizado con la precisión de un concierto de ópera que sonaba así:

Obertura. A cargo de la escritora Isabel San Sebastián y el pintor Augusto Ferrer-Dalmau, con la conducción de la periodista Carmen Macías. Reflexionan sobre cómo los anglicismos, la censura y la simpleza, derivadas de las redes sociales, amenazan a nuestra lengua; pero sin perder de vista la capacidad creativa y proliferativa de la misma. La conversación deriva en batallas, el revisionismo histórico y la reivindicación de la lengua como derecho humano y cultural. Buen comienzo.

Cuarteto de tarde. Compuesto por Maite Rico, subdirectora de El Mundo, Jesús García-Calero, director de Cultura de ABC, Paula Quinteros, periodista colombiana editora de The Objective, y el poeta y periodista Carlos Aganzo, como moderador. Entre tanto periodista —como no podía ser de otra forma— se abre la sesión marcando la importancia del uso de la lengua en el periodismo, el reto de la escritura cuidada bajo la vertiginosidad de las noticias y el espacio que ocupa la cultura en la prensa. Sobre el final, rememoran el manifiesto en defensa del futuro del español, conocido como el «Documento de Valladolid», firmado en 1994 por todos los premios Cervantes entonces vivos —entre ellos dos argentinos—: Rafael Alberti, Ernesto Sábato, Gonzalo Torrente Ballester, Antonio Buero Vallejo, Adolfo Bioy Casares, Francisco Ayala, Dulce María Loynaz y Miguel Delibes. También Octavio Paz, Carlos Fuentes y Augusto Roa Bastos.